15.7.05

Grité las lágrimas, la sangre, con alegría, hasta quedar afónico...

Es cierto eso que dicen los gringos: Every dog has it’s day





"Es para llorar, perdónenme..."
- palabras de Víctor Hugo Morales, relator de fútbol, al narrar el segundo gol de Maradona a los ingleses.

Hay gente que está llamada a los éxitos, a los autógrafos, los halagos y ¿quien sabe que otros premios? Los hay, todos los conocemos... Sin embargo, existen algunos que se fajan toda la vida, sin mucho destino, sin muchas medallas que exhibir, sin más que el pulmón, las cicatrices y el barro en la cara. Alguna vez, vieron la alegría acariciarles el rostro, y miraron como se diluía en el aire el humo "de-lo-que-pudo-ser". Quienes como yo nos identificamos (y digamos las cosas como son, nos inscribimos) con la segunda categoría, cierta buena mañana de domingo, mes de mayo del año 2001, tuvimos una revancha, quizá la mas dulce que yo haya presenciado.
Del cotejo recuerdo poco, de las alineaciones, menos... sin embargo en un simple, y casi ya olvidado, encuentro futbolístico se escribió una historia. Sencillamente bella, de mucha lágrima, de mucha alma. Nos regalaron los dioses una tibia y diminuta luz de esperanza, para los mortales, nosotros los que soñamos y no podemos pasar de eso.
El hombre está cerca de los dos metros de estatura, por lo general lo ubican de centro delantero, siempre lo buscan por arriba, y por obligación, lo marcan siempre los defensas más fuertes, los mas duros, y muchas veces, hasta los más criminales. La pelota siempre le fue mascota traviesa que difícilmente obedecía. Su arsenal de atributos era limitado. En su hoja de vida estaban algunos tantos goles, batallas por no descensos, equipos pequeños, angustias y muchas sufridas temporadas. Llegó a Heredia ya en avanzada etapa de su carrera (algo así como el down hill), pues como afirmaba cierto directivo, le tenía particular predilección al marco florense. Jugó el primer partido de la temporada, hizo un gol de rebote y después poco a poco fue quedando anclado cada vez más al banquillo de suplentes. Esa temporada el Herediano (como nos tiene acostumbrados) trastabillaba apenas andando, pero avanzaba… hasta llegar a una final del Clausura contra la Liga, que en aquellos días tenía una máquina de equipo.
Heredia perdió esa final, era más que lógico. Pero dentro de esa serie, en el primer partido, jugado en el Rosabal Cordero, paso el milagro, la obra de arte, el gol que nunca hicieron Pelé, Maradona, Cruyff, Romario, etc. El gol que no hizo el héroe, fue el héroe que hizo el gol.
Alrededor del minuto 62, Gílberth presentaba credenciales, se movía por calentamiento y esperaba que la pelota se detuviera. Escucha insultos, burlas y unas cuantas voces de aliento. Entra.
Pasa el tiempo, y la carencia de alguna anotación se olfatea. Se agotan los segundos, y ya agoniza el partido. Bien, y con bastante razón, dirían algunos que libretos hollywoodenses son obra de la colectiva imaginación de quienes para sobrevivir la soledad de una vida mediocre, de pocos sobresaltos, donde el éxito es solo para algunos escogidos, se venden la idea de que a cualquiera los milagros le llegan.
Pero, ¿acaso las bromas, los caprichos o hasta los errores de la vida son un mito? Que cosa más triste... Pensar que se vive en un mundo diseñado por patrones, donde la rigidez de los designios naturales van por encima de los deseos de uno solo, que al fin somos todos. Hay, no lo dudo, personajes excepcionales cuya sola existencia es prueba contundente de lo contrario. Seres que trazan caminos, y son pedernales en la oscuridad. Pero, lamentablemente, son pocos. Sin embargo existen momentos como el de Gílberth.
Al minuto 79, Juan Carlos Arguedas hace una jugada en el costado derecho del área, al no poder encontrar un claro, jala media defensa con la carnada de la pelota, voltea y la da a Try Benneth que entraba a sus espaldas; Try levanta un centro a ojos cerrados, al vacío, alguien tenía que estar ahí… irónico como, de pronto, un hombre de casi dos metros de estatura se vuelve invisible. La pelota venía perfecta, la defensa estaba desarmada, el portero González miraba atónito, como el delantero menos hábil, el más tieso, el que apenas jugó en el campeonato tenía el brillo en la mirada de una oportunidad única, ineludible, maravillosa. La expresión en el rostro de los defensores que por fin se daban cuenta que Gílberth jugaba es algo que nunca borraré de mi memoria y siempre que lo recuerdo lo hago con una sonrisa en los labios.
Gílberth inclino el cuerpo, se lanzo en zambullida, conectó y a la red.
  • Gol.
    Un gol que grité como ningún otro, lo grite y lo sigo gritando en mis adentros. Un gol que sorprendió a todos, hasta a los más incredulos. Un balde de agua fría a la razón, una cachetada a la lógica y las probabilidades. Como lo dije ya antes, NUESTRA revancha.
    El Grandulón se levantó de inmediato y se quedó inmóvil, no corrió a guindarse de la malla, ni revoleaba la camiseta por encima de su cabeza… no fue al banco de suplentes, ni siquiera correspondió el primer abrazo de un compañero tras caer el gol… Gílberth no les dio el gusto, a nadie, no celebró, porque su estallido de júbilo era interno, suyo, propio… de nadie más. Calladamente le dio gracias a Dios y pensó en aquellas mudas voces de aliento, tan lejanas. Supongo que Gílberth y solo Gílberth, comprendía el tamaño de lo que acababa de suceder. Era un gol de otro partido, de uno más importante, era un símbolo, una enseñanza.
    Ignoro si Gílberth leerá estas palabras, pero creo que estaría de acuerdo que si alguna vez jugaste al fútbol, ese gol fue para vos. Si alguna vez, estuviste de suplente, también, ese gol fue para vos. Si miraste alguna vez de reojo con tristeza como celebraban los otros tu derrota, ese gol fue con vos. Si alguna vez jugaste y nunca te quisieron dar la pelota, ese gol lleva tu nombre. Si alguna vez, añoraste un segundo lo que se siente ganar, el gol lo hiciste vos… Quizá por eso no lo celebró, porque nos buscó entre la gente, y no supo divisarnos entre un mar de rostros que le sonreían.
    Heredia perdió el campeonato en el siguiente partido, la Liga fue justo campeón, nadie se lo discute. Pero aquel partido fue mayor triunfo, porque trascendió de una cancha de fútbol, fue un destello claro de que a veces en algunos momentos, en años luz, los milagros si se acuerdan de los mortales como nosotros y lo imposible es un chiste. Suficiente motivo para que no perdamos la esperanza. ¿Verdad o se atreverían a discutírmelo?
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