Deseo no tener ni huída, ni nada.
No tener que devolver las llaves.
No ver la vieja lista del mercado
en una chaqueta que tengo mucho
de no sacar del closet.
El vino que querías
y nunca fui a buscar.
Los garabatos viejos
y la plata que nunca me alcanzó.
Los mapas en la noche,
la que no dejaste
el sueño cerrarse.
Lo recuerdos que preservo
de los lirios que saqué de tus pechos y
Las selvas oscuras con centellas plateadas
que se filtraban en tu cabellera.
Y de los musgos de las piedras y el
Brillo de diamantes
que al pasar tus dedos
dejan de existir.
Supongo que no hay batalla
que darle.
Hay tantas
cartas, fotos
y otras chucherías que
tengo que desechar.
Vanas antologías que leo conforme devora la noche Impunemente. Son livianas e intrascendentes. No hay chispa. Esto me alarma, me despierta. Dejando de lado el color de los privados, Resueno mis quejidos, pero los disfrazo Para no ser percibidos a mi alrededor. Improviso, acomodo y muestro la dentadura, Resignado a no querer dar mucho pleito. Son todas, livianas e intrascendentes. Confites ya chupados Y tirados en el suelo Arrasados por la hormigas las cucarachas. Son solos. Deberían corregirme decir que son solas, Y también, livianas e intrascendentes. Semillas de plástico, Hojas de papel maché. Corrosivas, contraproducentes, Contrarrestantes. Macizas concretas fallas. Puntos sobre excitados, A los que les puse la lengua en el clítoris En signos de interrogación Y entre paréntesis. Estiradas mentiras blancas, No por inocentes, si no por descoloridas, Flacos sobres descansando en el buzón. Ocurrencias que fueron de verdad pifias. 22 mil puestas en la puerta del prostíbulo 13 mil coladas en la carta 3 mil entregadas al taxista. Son todas livianas e intrascendentes. Absurdas parodias de las muertes completas. Sagas de cantos De letanías engorrosas. Cambios repentinos a las estaciones. Pero las del radio, en media canción artificiosa. Andan buscando la voz de algún tipo al que le puedan seguir el trazo, para que canten desgalilladas por cualquier idiota como el perro sarnoso de Arjona. Son estas pobres luciérnagas apagadas. Adornadas como Bombetas, Globos, Fiestas Que prometen con la seguridad de que no les corresponde cumplir. Flotan livianas y se olvidan pronto por su intrascendencia.
Es de noche y es fácil mirar las centellas atoradas en la servilleta. Porque cuando se lleva varios días fuera de casa y el bosque de las farolas se va descoloriendo de a poco. La has buscado al trabajo y me has dicho que ha salido temprano, sin dejar dicho a donde. Te sorprende, luego, la lluvia en la calle mientras fumabas viendo tu sombra partirse en tres sobre las baldosas de la calle. ¿Donde estarás metido? ¿Tras mitos y entredichos? Dirías: alguna vez fui feliz, pero sería una mentira. Y yo te la creería por el margen de error de las leyendas urbanas que nos volvieron en estos remedos de hombre que somos ahora. Te preguntas: ¿Dónde estará ella? Si acaso estará siguiendo mis pasos. Yo sé que no, ya te ha tachado por completo. Bebe a sorbos de su vaso, dubitativa, por un pensamiento fugitivo que huyó antes de que pudiese nombrarlo.
Ya no te cubrirán los edificios, Y estas calles serán solo un chiste que estará perdido en los anaqueles de la memoria. Te encontrarás solo entre la gente enmascarada y sus disfraces te perturban. Perderás la noción del tiempo y te quedarás dormido con los ojos abiertos. La película seguirá adelante, Y a vos te encuentra la luz que te persigue. La muerte se cansará de seguirte sin rumbo, romperá su contrato. Sea para bien o para mal has llegado al umbral que tanto buscabas.
Construirte, con ambas manos; darte forma, darte tu campo en el tiempo y el espacio.
Recorrerte, dejar que mis dedos sean mis guías en los caminos azarosos a tus cerros, en tu selva y tus ríos.
Observarte con los ojos cerrados y tener la clara imagen de que estas allí con tu espalda apoyada en mi pecho.
Escucharte y que sea una voz distinta la que se desborde de tu garganta, comprobar con los labios las vibraciones de tu cuello.
Irrespetarte, sin dejar evidencia; difuminar la ya tenue línea entre ser tu presa y tu perseguidor, si caímos o nos atrapamos.
Convencerte, sugerirte, palparte y soportar las ganas de rogarte.
Venerarte, mientras miro como te transfiguras y te deshaces de cada una de tus amarras cuando emerges y te vuelves paradisíaca, monumental y titánica.
Rezarte por los imposibles, por la purificación de los mortales, por los misterios del universo, por la paz de los agitados y la noche de los desvelados.
Absorberte, presuroso de querer llevarme conmigo lo que pueda caber entre la canasta que invento con mis dos manos; arena de tus playas, la fragancia de tu sexo.
Dibujarte en la frente, en el coxis, en los muslos, en el ombligo, en la palma de mi mano.
Intuirte, saber que soy extranjero y mi visa expira a paso desenfrenado.
Desearte las buenas noches y prohibirme confesar, so pena de las peores torturas, que mataría a todos los dioses del Olimpo sólo para verte dormir.
Negarte, tres veces antes de que amanezca.
Dejarte, irme temeroso de que con el tiempo, mi mente quiera hacerme creer que solo te soñé; querer tomar algún papel y escribirte, pero en realidad lo que quiero es un mapa para algún día volver a infiltrarme en tus jardines.
Espacio dedicado a los acensores vacíos y al resucitado tren de Heredia. A la memoria de los caídos en el deber de la irreverencia y a las mujeres del prójimo. A las teorías de la evolución y el caos. A la memoria de G.W. Villalobos y a los discriminados por no ser vegetarianos.Al team florense y demás habituales derrotados. Al hábito de la lectura y los discos. A Rosario Dawson, Michelle Reis y Rita Hayworth. Y, sobretodo, a quien lea estas líneas y se sienta identificado.