Las promesas que suelen perdurar son las que las que se entregan previamente rotas.
Y partimos de ahí, vos y yo, sin esperar a que hayan pausas o buscar esquinas dobladas en las paginas. No dejaste tu número anotado al margen. Y te da por desvanecerte sin dejar rastro de cómo te evaporaste entre el fulgor pusilánime de un bombilla agonizante.
Así de fácil, calcémonos la media: somos bien putas, pero de las que son buenas porque hacen el amor y se lo prometen en clave.
Y por hacernos los mártires No nos hace nada de cosquillas que a mí que me escupan en la boca, Y me traten de leproso, que a vos que te agarren a pedradas por perra y nos arrastren por la calle.
Pero los dos sabemos que es mentira, masturbamos la ilusión de ser santos callejeros. Fallamos la apuesta, Porque, como dije, amor, Las promesas que nos entregamos con euforia, venían fracturadas. Yo lo sabía Y vos también. Ambos queríamos una ventana abierta de la cual escabullirnos, cruzando los dedos para que al salir la escuchemos cerrarse de golpe para nunca mas abrirse… pero esto nunca pasa.
Navego convencido, en una ráfaga de viento, ante los primeros warning shots del aguacero. Me llega el anuncio de que, en el primer asalto, empiezo a retomar lo que es mío. El oxígeno que me pertenece.
Firmo la fáctura que me acredita la compra de mi existencia. El pasaje de piel endurecida, Que visa mi permanencia en el espejismo de que yo soy mi único dueño.
El aguacero, arma su balacera contra el polvo. Y a mi no me moja.
Al no poder ver más, saqué de mi bolsillo una navaja. Me hice una marca, tracé la puerta para que mi alma escape ***
La música me intoxica las hormonas se abren las nubes para que la mano de dios baje y me tome el pelo ***
¿Será que por ser grande, el anhelo es inamovible? Y si esta pegado a un tanque de oxigeno semivacío. Anda palideciendo, sin hallar las huellas del círculo que sigue trazando desde el momento en que empezó su carrera ***
No tengo capacidad de censurarlo, ni me lo reprocho como siempre lo haría. Todo me es fastidioso.
El teléfono, la chica, el chofer, el desayuno de pasta de dientes, la noticia de la tele de cómo estará el día frío en Buenos Aires.
Según anuncia el correo que recibimos, hoy llegan unos mocosos a la oficina… presiento que estallaré del odio.
Necesito algún psicotrópico, para luego escupirlo al desagüe.
Por dentro me duelen las cuerdas vocales de gritar en silencio: ¡VAYANSE TODOS A LA MIERDA!
Empiezo a tener dudas con respecto a la carta que escribí ayer.
Pienso que, en lugar de ser producto del viaje que ha sido mi vida hasta ahora, soy en realidad muchas variables patéticas a una idea que tengo de quién soy yo.
La versión que hoy salió de la cama es un hijueputa.
Me siento bestial y con asco. Sin ganas pero con deseos de vomitar.
Espacio dedicado a los acensores vacíos y al resucitado tren de Heredia. A la memoria de los caídos en el deber de la irreverencia y a las mujeres del prójimo. A las teorías de la evolución y el caos. A la memoria de G.W. Villalobos y a los discriminados por no ser vegetarianos.Al team florense y demás habituales derrotados. Al hábito de la lectura y los discos. A Rosario Dawson, Michelle Reis y Rita Hayworth. Y, sobretodo, a quien lea estas líneas y se sienta identificado.